Menús Escolares

Menús escolares sostenibles: ¿basta con cambiar el plato? Desde BlockFarm queremos aportar nuestra humilde reflexión y no es una revelación. Sabemos, desde siempre, que la alimentación es uno de los pilares más fundamentales de la vida. Lo sabemos porque lo vemos en el desarrollo de un niño, en su energía, su atención, su estado de ánimo. Sabemos que una buena alimentación no solo construye cuerpos más sanos, sino mentes más claras, relaciones más equilibradas, infancias más plenas.

Menús Escolares para niños

Menús escolares sostenibles: ¿basta con cambiar el plato? Desde BlockFarm queremos aportar nuestra humilde reflexión y no es una revelación. Sabemos, desde siempre, que la alimentación es uno de los pilares más fundamentales de la vida. Lo sabemos porque lo vemos en el desarrollo de un niño, en su energía, su atención, su estado de ánimo. Sabemos que una buena alimentación no solo construye cuerpos más sanos, sino mentes más claras, relaciones más equilibradas, infancias más plenas.

Y sin embargo, muchas veces, esa conciencia de los menús escolares se pierde en la rutina.

Cuando pensamos en el menú escolar, lo asociamos a raciones, calorías, normativas. Pensamos si hay verdura, si hay postre, si hay variedad. Pero rara vez nos preguntamos: ¿qué estamos enseñando a través de esa comida?

Porque cada plato habla. Aunque no lo escuchemos. los Menús Escolares son importantísimos.

¿Qué dice una bandeja de comedor? No solo alimenta. También transmite valores. Sobre cómo nos relacionamos con el entorno. Lo que consideramos importante. Sobre el respeto –o la indiferencia– hacia quienes producen lo que comemos.

Cuando un niño recibe una comida sin historia, sin conexión con su origen, aprende que los alimentos son objetos. Que da igual de dónde vienen, cómo se criaron, quién los produjo. Y esa mirada se instala. Pasa desapercibida, pero se convierte en una forma de entender el mundo.

No es culpa de nadie. Es, quizás, el resultado de muchas decisiones pequeñas tomadas con prisa. Pero también es una oportunidad. La de volver a mirar con atención lo que hay en el plato.

Hay algo profundamente humano en saber de dónde vienen las cosas. En reconocer el trabajo que hay detrás. En valorar que cada alimento tiene un recorrido, una tierra, una mano.

Recuperar esa mirada no tiene por qué ser complejo. A veces basta con preguntarse: ¿quién está detrás de esto?, ¿cómo se ha producido?, ¿qué consecuencias tiene?

Educar en esa dirección, sin estridencias, sin moralismos, puede ser una forma de dar a los niños algo más que buena nutrición: darles contexto, darles perspectiva.

Tecnologías como la trazabilidad alimentaria permiten acercar esa historia de forma sencilla, accesible, concreta. No para exhibir datos, sino para devolver sentido. Iniciativas como BlockFarm trabajan para eso. Para que el alimento vuelva a ser lo que siempre fue: un vínculo. Con el campo, con las personas, con el entorno.

Y tal vez esa sea la reflexión más simple, y al mismo tiempo más necesaria:

comer también es una forma de relacionarse. La pregunta es: ¿con qué queremos que se relacionen nuestros hijos?

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